miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL EGO DE LA SEÑORITA COÑO



LA SRTA. COÑO NO NECESITA PRESENTACIONES. TODO EL MUNDO SABE QUIÉN ES. ES EL CENTRO DE ATENCIÓN. TODAS LAS MIRADAS SE DIRIGEN SIEMPRE A ELLA.
PERO POR MÁS QUE LOS DEMÁS LO INTENTAN, POR MÁS VECES QUE SE LO REPITEN… ELLA NUNCA RECUERDA EL NOMBRE DE NADIE.
Y LA PREGUNTA ES… ¿QUIÉN TIENE MÁS EGO, QUIEN NO RECUERDA EL NOMBRE DE LOS DEMÁS O QUIEN NECESITA QUE RECUERDEN SU NOMBRE?

jueves, 30 de enero de 2014

LA SORPRESA DE SARITA PARA PABLITO





Era una tarde oscura y lluviosa. Sarita había terminado de enterrar los restos de la niña Patricia y se dirigía a casa de Pablito para acabar de pasar la tarde con él.
-Ven Pablito, ven conmigo. Tengo algo para ti.
-Es un poco tarde. Mi mamá me regañará si no estoy en casa pronto.
-No te preocupes por tu mamá. Ya me encargaré yo de que no te regañe nunca más. Ahora quiero que vengas conmigo. Quiero mostrarte algo.
Y Sarita llevó a Pablito a su lugar secreto. Al lugar dónde se escondía cuando el resto de niños del pueblo estaban en la escuela. Era una antigua fábrica de plumeros abandonada, dónde las ratas y las cucarachas vivían a sus anchas. Enterrados dentro de la fábrica, estaban los cuerpos de los padres de Sarita, del despiadado y cobarde Francisco y de Patricia, la cotorra insufrible.
-Cierra los ojos, Pablito. Tengo algo para ti.
Sarita aún llevaba consigo la navaja con la que había degollado a Patricia.
-He dicho que cierres los ojos.
Un tembloroso y algo asustado Pablito, al que nunca le gustaron los lugares abandonados, cerró los ojos.
Sarita se acercó lentamente a él. Se aseguró una vez más de que su navaja permanecía en su bolsillo, y besó al niño en los labios.
Un sorprendido y sonrojado Pablito, al que siempre le gustaron las sorpresas agradables, abrió los ojos.
-Me gustas, Pablito.¿ Quieres ser mi novio?
-Sí.
Los dos niños se miraron a los ojos sonriendo y se besaron una vez más mientras juntaban sus manos. Unas, delicadas, las otras… terriblemente fuertes.

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lunes, 27 de enero de 2014

PABLITO APRENDIÓ UNA LECCIÓN.




                Sin saber que Sarita lo había matado, descuartizado y enterrado, Pablito se armó de valor y buscó a Francisco para que le devolviera su caramelo. No iba a dejarse vencer por un matón sin corazón una vez más. Lo buscó durante días sin parar. Lo buscó por todas partes. Preguntó a todo el mundo. Pero no tuvo éxito en su incansable búsqueda. Le costó dejar de buscarlo, pero lo hizo cuando entendió lo que estaba ocurriendo.  Entendió que Francisco no era tan fuerte como él pensaba, sino débil y cobarde. Por eso se estaba escondiendo. Francisco se había engañado a sí mismo todo este tiempo. Y había engañado a todo el mundo. Pero Pablito ya sabía la verdad. Que era un cobarde.  Así que aceptó que había perdido su caramelo injustamente, pero también que había más caramelos en el mundo. Ya se esforzaría de manera honrada en conseguir otro caramelo y con el tiempo aprendería a protegerlo mejor… Pero no iba a seguir sufriendo por  un cobarde disfrazado de fuerte. Poco después, Pablito se compró otro caramelo y lo compartió con su hermano.
Mientras tanto, Sarita que no había saciado por completo su sed de venganza, mató también a Patricia, la amiga de Francisco, que siempre le pareció una cotorra insufrible. Y ya que estaba también se comió su corazón, que le supo más amargo de lo normal.

viernes, 10 de enero de 2014




OS PRESENTO A SARITA

Sarita despertó un sábado en el mundo soñado por  cualquier niño o niña de 6 años. Un mundo sin padres.
Era una niña pequeña pero sin duda sabía valerse por sí misma. Sus padres lo sabían. Y Sarita estaba feliz. Además el primer día sin padres no había escuela. Tenía todo el día libre. Y su mejor amigo Pablito la estaba esperando el parque junto a su casa. Juntos iban a cazar mariposas aquella soleada mañana de Mayo.
Con Pablito el tiempo pasaba rápido. No había lugar para el aburrimiento. Las horas pasaban sin que los niños felices se dieran cuenta. Y ocho mariposas muertas después, ya era hora de ir a comer. Sarita era capaz de prepararse la comida, pero la invitación de los padres de Pablito para comer juntos era imposible de rechazar para la niña.
Y por la tarde, después de ver los dibujos animados preferidos de los niños, era hora de salir a jugar otra vez. La caza y tortura de mariposas ya no les parecía tan interesante por la tarde. Preferían jugar con otros niños al escondite o a las adivinanzas. Y nuevamente el tiempo pasaba volando y los niños eran reclamados por sus padres para cenar y acostarse. A Sarita ningún padre la reclamaba ese día, pero Sarita al igual que el resto de niños, también se retiró pronto a su casa. Tenía mucho trabajo esa noche. Descuartizar y enterrar los cadáveres de sus padres a quienes ella misma había asfixiado con su almohada la noche anterior.