LA SRTA. COÑO COGE EL
AUTOBÚS
La Sta. Coño estaba cada mañana
puntual en la parada de autobús para coger el de las 6.45, lo que le permitía
llegar a su trabajo a las 7:05, a pesar de que su jornada comenzaba a las 8:00.
Hacía un mes que era la nueva
jefa de ventas de una importante empresa en alza. Su nuevo trabajo le permitía poder
llevar un alto nivel de vida. Podía ir a
la peluquería dos veces por semana y vestir con elegancia y usar los perfumes
más caros. Su apariencia física había
sido fundamental para conseguir aquel trabajo y lo sería también para mantenerlo.
También podía permitirse comer en
los mejores restaurantes de la ciudad. Pero la Srta. Coño acostumbraba a ir
siempre acompañada a los restaurantes y
siempre eran sus pretendientes quienes pagaban la cuenta o corría a
cargo de la empresa. Su jefe, el Sr.
Mempino, que supo que ella era la persona ideal para ese puesto desde la
primera entrevista, la invitarla a comer cada día.
Cada mañana, la Srta. Coño
coincidía con las mismas personas en la parada del autobús. Y era el mismo conductor
el que las llevaba a sus puestos de
trabajo.
La Sra. Ramírez y su hija
Consuelo miraban siempre con curiosidad a la Srta. Coño. La Sra. Ramírez se preguntaba dónde compraba
esa ropa tan elegante y su hija se preguntaba si la Srta. Coño tenía novio. Y si era rico y
guapo. Y si lo conoció cuando era una niña pequeña y fea como ella…
El Sr Flores, que siempre ocupaba
el asiento trasero del autobús, mientras pintaba garabatos sobre las caras de
las mujeres que aparecían en la revista de moda que ojeaba; se preguntaba si la Srta. Coño accedería algún
día a tener una cita con él y se preguntaba también, si él tendría valor algún
día para dirigirse a ella…
Laura Zorrales que siempre corría
para poder coger el autobús que la llevara a la escuela dónde era la chica con
más éxito entre los chicos, se preguntaba si la Srta. Coño tenía amantes… y si
ella era buena amante… Pues no veía joyas en su cuello ni muñecas, pero su
perfume era de una exquisitez y delicadeza privilegiada…
Jonás Rabo, adicto a la masturbación, cubría su miembro
erecto con su abrigo y mientras se tocaba disimuladamente, se preguntaba si la Srta.
Coño tenía orgasmos diarios y con qué frecuencia los tenía sola o acompañada…
El conductor del autobús, enamorado de la Srta.
Coño desde el primer día que la recogió, se preguntaba por qué la bella dama
nunca le dirigía un saludo cuando entraba en
su autobús.
La Srta. Coño con la vista
perdida todo el trayecto, no se
preguntaba por qué todos la miraban…
Y ustedes lectores, se
preguntarán por qué la Srta. Coño iba al trabajo en autobús…
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